lunes, 28 de febrero de 2011

Dulce muerte...

Estaba ahí... mirándome fijamente. Sus ojos se habían tornado rojos como el fuego, o... como la sangre. Estaba sediento, y yo acorralada... Sentía verdadero miedo, y él cada vez se acercaba más a mi. Empecé a percibir su olor, ese olor que me embriagaba tanto, y sin saber como ni por qué, me dejé atrapar por sus frías y gélidas manos. El cabello le tapaba la cara y sus ojos brillaban hoy más que nunca. Se acercó tanto que yo ya no le veía el rostro. Me abrazó suavemente, y mientras me besaba los labios, acariciaba suave y delicadamente mi cuello. Fue besándome lentamente hasta que llegó la garganta. Se detuvo y noté como abría su boca, hasta que al fin, clavó sus colmillos en mi cuello. Noté el calor de la sangre recorriendo mi cuerpo y sus manos, para finalmente convertirse en gotas que caían al suelo. Noté como me succionaba la vida, como me desangraba... Noté como se desvanecían mis fuerzas, como poco a poco él usaba más y más fuerza al succionar y al agarrarme... Hasta que por fin, perdí el conocimiento. Él no podía parar, ni si quiera se percató de mi desfallecimiento. Succionó hasta la ultima gota de mi sangre. Abrió los ojos, llenos de lagrimas, y soltó mi cuerpo muerto cuidadosamente sobre la alfombra de la habitación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario